Apéndice

Y yo quiero ser...Como mi Profe

Escucha música mientras lees, vete al final.

“Y ahora, después de todo, viene éste y nos dice que quiere ser como su profe. Lo que nos faltaba.”

Estoy convencido de que esta es una manera suave de expresar el pensamiento que estaréis teniendo la mayoría de los que lleguéis hasta aquí en vuestra lectura de este libro. Os quiero confesar que en ningún momento mi idea era participar con un capítulo. No quiero que este apéndice se entienda como tal. Más bien se puede entender como una reflexión en voz alta y con el permiso de todos vosotros un pequeño homenaje.

En el transcurso del año, o casi, que llevo embarcado en este libro siempre me ha movido el mismo pensamiento, intentar divulgar ciencia motivando a chavales a ser científicos. Tengo que confesar que según iba avanzando este proyecto cada vez me gustaba más, no solo como participe en la elaboración sino como lector. Aunque no estoy “exactamente” en el rango de edad al que va dirigido, me paso por una treintena larga, lo he disfrutado y lo disfruto ya más tranquilamente.

Creo que recoge perfectamente la idea inicial de “amigos ayudarme a despertar vocaciones científicas, a despertar esa curiosidad innata que todos los quinceañeros tienen y que van dejando a un lado por otras inquietudes”  y, casualidades de la vida, mis hijos se están acercando  a esas edades.

En mi posición de lector, me encanta aprender cosas nuevas y en la elaboración y lectura de este libro he aprendido multitud de ellas. Pero sobre todo lo que más me ha gustado de la lectura de todos estos capítulos es descubrir la inmensa cantidad de cosas que todavía tengo por aprender.

Coincido en muchas de las opiniones que se han vertido en este libro y sobre todo con algunas de las que se han repetido bastantes veces: la motivación que suele despertar la lectura de un buen libro de divulgación a edades tempranas, y sobre todo la influencia muy positiva que tiene un buen profesor de Instituto.

Es por ello que quiero aprovechar y rendir un pequeño homenaje a “mí Profe” del Instituto, sin desmerecer con ello al resto de los profesores que tuve. Lo quiero hacer copiando unas líneas que redacté hace cuatro años con motivo del homenaje que le dieron en el Instituto, en un acto donde se descubría una placa en el Laboratorio de Física con su nombre. Este acto iba precedido de varios discursos en el salón de actos y yo me preparé uno por si se daba la circunstancia de que alguno de sus alumnos tuviera que decir unas palabras, cosa que al final no tuve que hacer.

“””Hola amigos.

Agradeceros a todos vuestra presencia en este acto y a las autoridades del Cervantes por llevarlo a cabo.

Yo anduve por estos pasillos y aulas hace ya 30 años y la verdad es que ahora mismo, al igual que entonces, estoy bastante nervioso al hablar ante un público numeroso. Recuerdo vivamente cuando se me ocurría hacer alguna pregunta en las conferencias divulgativas que D. Ricardo organizaba. Para mí en aquellos años los nervios se debían, por un lado, a hablar en público y, por otro, por a la pregunta en sí misma. Siempre tenía la duda sobre si la pregunta sería adecuada, o si el público, el ponente y, sobre todo, D. Ricardo la encontrarían una obviedad o una tontería. Realmente creo que si hay una persona que se merece un homenaje y un acto como el que celebramos hoy, esa persona es D. Ricardo, o si se me permite la licencia, “El Richi”, que era como le llamábamos de forma coloquial entre los alumnos en aquellos años. Creo que hablo en nombre de muchos de sus alumnos cuando digo que el haber pasado por sus clases fue un auténtico placer, bueno había que trabajar un poco o bastante. Las clases eran muy amenas, llenas de divertidas anécdotas, sin perder rigurosidad, y para los que queríamos ir un poco más allá de lo que marcaba el temario nos daba la oportunidad de hacerlo. También es de resaltar su labor a la hora de inculcarnos valores fundamentales para chavales de quince años: la importancia de la familia, el compañerismo, el esfuerzo, la honradez, etc.

De los diversos momentos de aquellos años querría resaltar algunos que recuerdo vivamente:
-En segundo (de BUP), el primer día de clase de Física y Química, además de presentarse él y de presentar la asignatura que nos iba a impartir, nos recomendó varias lecturas que nos vendrían bien. Creo que uno de aquellos libros, que aún conservo y que fue uno de los primeros que, por iniciativa propia, me compré y leí con avidez. era el Momentos Estelares de la Ciencia de Isaac Asimov.
-Durante los tres años que tuve la suerte de tenerle de maestro, sí maestro o eso era apara mí, sin querer menospreciar a nadie, los demás eran “profes” y D. Ricardo era “Maestro”, resaltar la cantidad de recreos, y alguna que otra tarde, que pasamos con él en el laboratorio. Allí se sucedían los bajo su tutela los experimentos de mecánica, óptica, electricidad y magnetismo, y lo que nos fascinó a todos, los de óptica utilizando un láser. En todos los casos los experimentos, fueran más o menos sencillos, tenían un por qué, eran rigurosos y se nos fue haciendo como propio, como el pan nuestro de cada día, el “método científico”.
-En lo relacionado con actividades extraescolares mencionar los ciclos de conferencias organizadas por el Instituto o por otras instituciones pero con la presencia siempre en mayor o menor medida de D. Ricardo. De estas conferencias quiero destacar aquellas organizadas, fomentadas o patrocinadas por alguna empresa eléctrica, creo recordar, y que versaban sobre energía eléctrica en general, desde la generación hasta su uso y aplicaciones. También comentar alguna de, no recuerdo como se llamaba el ponente, creo que era de la Universidad de Comillas y que había estado en la NASA, donde la colección de imágenes que nos enseñaba (en aquellos años las conferencias eran con diapositivas y transparencias) eran espectaculares y para todos nosotros únicas. Quiero recordar que a una conferencia de este señor en el Ateneo de Madrid, D. Ricardo nos llevó o nos invitó a que fuéramos, me impresionó mucho, el ambiente del lugar, la historia. Hoy en día todavía presumo de haber estado una vez en el Ateneo, y como no podía ser de otra manera, en aquella conferencia, en aquel lugar de tradición, realice una pregunta al final, poniéndome de pie, cogiendo un micrófono y con las piernas temblando como me pasaba siempre.

Con el paso de los años he seguido manteniendo un cierto contacto con D. Ricardo. En uno de esos contactos despertó en mí una segunda juventud y me matriculé en la UNED, para intentar seguir con los estudios de Física que había abandonado en 2º, años atrás en la Autónoma. Esta vez, como la anterior, tampoco tuve éxito y tras un año volví a abandonar. En otro de esos esporádicos contactos tuve la oportunidad de conocer al profesor Sánchez Ron, fue con motivo del centenario del “nacimiento del átomo” y unas conferencias que dirigía o promovía, pero en aquella ocasión lo que realmente me movía era pasar unas horas con D. Ricardo, volver los dos juntos a casa, contarle como me iba la vida, que me contara como le iba a él y recibiendo sus consejos, sin desmerecer la conferencia realmente creo que lo verdaderamente importante de aquella tarde fue la charla con mi “maestro”.

Vuelvo a reiterar mi agradecimiento al Cervantes por este reconocimiento y homenaje. Cuando pienso en Inglaterra, pienso en Cambridge y en el laboratorio Cavendish, cuando pienso en Copenhague pienso en Bohr, cuando pienso en Suiza pienso en la oficina de patentes y en Einstein y cuando pienso en Embajadores pienso en el Cervantes y en D. Ricardo Fernández y “su laboratorio”.

             Muchas gracias a todos y…

             Muchas gracias D. Ricardo
                                                                                                    Quintín Garrido
                                                                                 Madrid 30 de Octubre de 2013.”””




             Espero y confío en que este libro ayude a ese “despertar de la fuerza” científica que todos lleváis dentro. Humildemente con que ayude y guíe a alguno de vosotros me doy por satisfecho y creo que el esfuerzo en la elaboración de este libro habrá merecido la pena.

             Confío en leer, en un “futuro no muy lejano”, los libros de divulgación científica en que participéis vosotros.

Quintín Garrido Garrido
Contable
Aprendiz de Divulgador Científico y “Generador de Ideas Peregrinas”

Escucha música mientras lees.


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