Y yo quiero ser...una idea casi científica
Hola amigos me permito la licencia de contaros aquí una historia. Es una de esas
“ideas peregrinas” que todos los amantes de la ciencia, de vez en cuando,
tenemos. Un Libro. Una novela de ficción con todo el respeto hacia la veracidad científica
posible. Me atrevo a escribiros el comienzo y la trama general:
“Aunque habían pasado el día discutiendo, allí
estaban los tres, sentados en una mesa del café “La Belle Vie”. Estaban en
Bruselas, participaban en el Quinto Congreso Solvay, corría el año de 1927, y
disfrutaban de un café y de la conversación entre ellos. Esta había ido
discurriendo por diversos temas y se encontraban comentando la evolución
política que estaba sufriendo Europa. Niels argumentaba que le parecía que el
espíritu nacional por el que estaba atravesando Alemania iba cogiendo unos
tintes excesivos. En cambio tanto Albert como Max no creían que la cosa fuera a mayores, realmente creían que se habría aprendido
algo de la Gran Guerra. Estos tres amigos eran: Niels Bohr, Albert Einstein y
Max Born.
Solvay 1927
Benjamin Couprie [Public domain], via Wikimedia
Commons
Habían
pasado tres años, 1930, y en la misma mesa, del mismo café, de la misma ciudad,
con la salvedad de que estaban asistiendo al sexto Congreso Solvay y el
terceto, en esta ocasión, lo completaba Enrico Fermi. Albert le reconocía a
Niels que había acertado con su preocupación tres años atrás, que la situación
para los de origen judío empezaba a ser preocupante, Enrico asentía y añadía
que en Italia las cosas no estaban mucho mejor. Niels comentaba que el por su
parte hacía lo que podía para ayudar, eran muchos los científicos, de renombre
o sin él, que le pedían ayuda pero tenía que reconocer que sus medios en
Copenhague eran limitados y que para muchos de ellos lo único que les podía
ofrecer era una parada provisional de camino a Inglaterra. La relación con
Ernest Rutherford era muy buena y entre ambos hacían lo posible para ayudar a
los necesitados.
Solvay 1930
Benjamin Couprie [Public domain], via Wikimedia
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Curiosamente
la historia se volvía a repetir, aunque volvían a variar los protagonistas. Era
1933 (Séptimo Congreso Solvay) y en aquella mesa de “La Belle Vie” estaban en
esta ocasión Ernest Rutherford, Enrico Fermi, Niels Bohr y se les había unido
Lise Meitner, que después de varios días en Bruselas la embajada alemana había
considerado que no merecía una atención especial. Todo lo contrario que Albert
Einstein, que aunque ya hacía años que había fijado su residencia en Estados
Unidos, los “espías” alemanes no le dejaban ni a sol ni a sombra. La situación
había cambiado enormemente en los últimos tres años, los peores augurios se
estaban cumpliendo y el nazismo campaba a sus anchas con cada vez más adeptos.
Solvay 1933
Benjamin Couprie [Public domain], via Wikimedia
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Los cuatro estaban de
acuerdo que aunque la labor que habían estado haciendo tanto Niels, en y desde
Copenhague, como Ernest, desde Cambridge, había tenido unos frutos muy buenos,
había llegado el momento de dar un paso más. Intentar que la información que
les llegara a las autoridades alemanas sobre los últimos avances científicos en
Europa en general, y en Dinamarca e
Inglaterra en particular, fueran lo más inocuos posibles para la maquinaria de
guerra que se estaba preparando por parte del Reich. Lise Meitner planteaba la
posibilidad de que una ayudante suya
(Claudia Müller), y de Otto Hahn, hiciera la labores de desinformación tanto para
Hahn, que consideraban que no tenía que ser consciente de la situación, como
para las autoridades alemanas. Meses atrás, Lise, en una conversación con Max
Planck, éste le dijo que cualquier acción en contra de en lo que se estaba
transformando Alemania estaría acertada y justificada, así mismo le confió en
que lo mejor para todos sería que él se mantuviera al
margen de cualquier acción y de cualquier información sobre ella. Lise en sus
encuentros con Max Born habían tratado el asunto y este estaba convencido
de que antes de que la persona designada
para la labor de <espia> acabara en Copenhague con Niels o en Cambridge con Ernest, pasara unos meses
en Leizpig y en Gotinga, él se encargaría
de que ello fuera posible.
La
historia de Claudia Müller era la de una bella chica alemana que, hacía unos
años, había sido ultrajada por un grupo de jóvenes nacionalsocialistas, ebrios,
en las fiestas veraniegas de Munich. A alguno de ellos lo conocía de su época
estudiantil, y días más tarde escuchó a su hermano pequeño que unos conocidos
presumían de haberse aprovechado de una chica de fuera de la ciudad y que no
había brindado por el Furher. Ella no dijo nada, se volvió a Berlín y tras un
tiempo trabajando con Lise se confió a esta, contándoselo todo y con el
sentimiento de repugnancia a todo lo relacionado con el Reich.
…”
La mayoría de los que me conocéis, sabéis que no soy capaz de conseguir escribir
un libro entero. Os he descrito lo que puede ser el comienzo de la historia y
su continuación puede llevar una descripción de la física de los años treinta,
los avances, así como los posibles
engaños que la teoría cuántica o la física de partículas podría permitirse para
que la información pasada por “Claudia” pareciera verosímil y consiguiera que
el programa nuclear alemán se retrasara y no llegara a buen puerto.
Vídeo Solvay 1927
Animo a cualquiera que
quiera utilizar esta idea, que lo haga, lo único que rogaría es que me fuera
manteniendo informado.
Quintín Garrido Garrido
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